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Mostrando entradas de noviembre, 2016

¡Gané! ¡Soy rico! ¡No lo puedo creer!

Aportacion de: Ben Ayala Hay una publicidad por televisión que muestra a una persona abriendo la puerta y viendo a alguien que le entrega un cheque por una cantidad enorme de dinero. Ante eso, el sorprendido destinatario empieza a gritar, cantar, saltar y abrazar a todo el mundo. «¡Gané! ¡Soy rico! ¡No lo puedo creer! ¡Se terminaron los problemas!» .  Hacerse rico de repente  desencadena una gran reacción emocional. * * *  En el Salmo 119 , encontramos esta notable declaración: «Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza» (v. 14).  ¡Qué comparación! ¡Obedecer a Dios en la vida puede ser tan emocionante como recibir una fortuna!  El v. 16 repite la idea cuando el salmista expresa su gratitud y alegría: «Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras». ¿Y si no nos sentimos así?  ¿Podemos regocijarnos en las instrucciones de Dios como si recibiéramos una fortuna?  Todo comienza con ser agradecidos, lo cual implica

Los errores que podrían llevarnos a una situación o suceso que produce gran dolor y sufrimiento.

¿De qué forma nos benefician los ejemplos de la Biblia? Los servidores de Dios sabemos que la Biblia encierra relatos muy beneficiosos.  Pone ante nosotros el ejemplo de hombres y mujeres fieles dignos de imitar por su vida y sus cualidades ( Heb. 11:32-34 ). Pero también contiene historias que nos sirven de advertencia, pues nos hablan de personas cuya conducta y actitud hacemos bien en no copiar.  En realidad, algunos personajes mencionados en las Escrituras son las dos cosas que no debemos de imitar: algunas veces estos modelos de conducta son ejemplos de lo que debemos evitar. Pensemos en David, el humilde pastor que se convirtió en poderoso rey.  Por un lado fue un dechado de amor a la verdad y confianza en Jehová;  por otro, cayó en graves pecados, entre ellos los cometidos en el caso de Bat-Seba y Urías, y su desacertada decisión de ordenar un censo.  No obstante, hoy no vamos a centrarnos en él, sino en su hijo Salomón, quien también fue rey y escritor de la Biblia. Veam

Demos nuestro Testimonio de el Señor en Dondequiera...

Vivo en una pequeña ciudad mexicana donde todas las mañanas y las tardes puede escucharse un grito distintivo: «¡Paaan!» . Un hombre en una bicicleta, con una canasta enorme, ofrece una gran variedad de panes frescos, dulces y salados. Antes, yo vivía en una ciudad más grande, donde tenía que ir a comprar pan a la panadería, pero ahora, disfruto de que me lo traigan fresco cerca a mi casa. Aportacion de: Ben Ayala ~ ~ ~ ~ Pasando de la idea del alimento físico al hambre espiritual, pienso en las palabras de Jesús: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre» ( Juan 6:51 ). Alguien dijo que evangelizar consiste en que un mendigo le dice a otro dónde encontrar pan. Muchos podemos afirmar: «Antes, estaba espiritualmente hambriento, muriéndome de hambre a causa de mis pecados. Entonces, escuché la buena noticia. Alguien me dijo dónde encontrar pan: en Jesús. ¡Y mi vida cambió!». Ahora tenemos el privilegio y la responsabi

Pedirle señales a Dios.

Jóvenes  que conozco, me reservo su nombres por ética pastoral, suelen pedirle señales a Dios, aunque, en realidad, lo que busca es una confirmación de lo que siente o de lo que quieren. Por ejemplo, oran así:  «Señor, si quieres que haga x, haz y, y sabré que está bien». Esto generalmente es un dilema muy común entre la gente, la iglesia y la multitud, Por su forma de orar y la manera en que creen, piensan que Dios responde, y sienten que deben esperar en esa señal. Sin embargo, esa señal es totalmente  contraria a la que Dios quiere. Los líderes religiosos de la época de Jesús exigían una señal para que Él validara sus afirmaciones ( Mateo 16:1 ), pero no buscaban la guía divina, sino que desafiaban su autoridad.  La dura respuesta del Señor, «la generación mala y adúltera demanda señal» ( v. 4 ), los acusó de ignorar las claras profecías de la Escritura que indicaban que Él era el Mesías. Dios quiere que busquemos su guía en oración ( Santiago 1:5 ), y nos da el Espíritu Sa

Es mejor escuchar las suaves palabras del sabio....

Hace poco, el esposo de una amiga muy estimada, escribió en una red social: «Diría muchas cosas más por la web si no fuera por esta vocecita que me incita a no hacerlo.  Como seguidor de Cristo, uno podría pensar que esa voz es el Espíritu Santo.  Pero no, no es así.  Es mi esposa». La sonrisa que esto genera viene acompañada de una sobria reflexión: las advertencias de un amigo pueden reflejar la sabiduría divina. Eclesiastés 9 afirma que «es mejor escuchar las suaves palabras del sabio» (v. 17 rvc). Las Escrituras nos exhortan a no ser sabios en nuestra propia opinión ni soberbios ( Proverbios 3:7; Isaías 5:21; Romanos 12:16 ).  En otras palabras, ¡no debemos creer que tenemos todas las respuestas!  Proverbios 19:20 aconseja: «Escucha el consejo, y recibe la corrección, para que seas sabio en tu vejez».  Ya sea que se trate de un amigo, un cónyuge, un pastor o un compañero de trabajo,  Dios puede utilizar a otros para enseñarnos más de su sabiduría. «En el corazón del prudente

Jesús Nuestro Poderoso Conquistador venció la muerte.

"… Mi reino no es de este mundo…" ( Juan 18:36 ) Casi todos esperamos buenos gobiernos. Votamos, trabajamos y hablamos por causas que consideramos justas. Sin embargo, las soluciones políticas no tienen poder para cambiar nuestro corazón. Aportacion de: Ben Ayala ~ ~ ~ Muchos de los seguidores de Jesús esperaban la llegada de un Mesías que enfrentaría con un enérgico poder político a Roma y su agobiante opresión. Pedro no era la excepción. Cuando los soldados romanos fueron a arrestar a Jesús, sacó su espada y le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote. Jesús lo detuvo, diciéndole: «Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?» ( Juan 18:11 ). Horas después, le diría a Pilato: «Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos» ( v. 36 ). Cuando reflexionamos en el alcance de su misión, nos asombra el equilibrio de Jesús en aquel mom